La idea de que una economía avanzada pudiera dejar de pagar su deuda pública era algo extravagante hasta hace poco: los países emergentes eran los únicos sospechosos. En los 10 últimos años, Rusia, Argentina y Ecuador se han declarado en suspensión de pagos; Pakistán, Ucrania y Uruguay han estado a punto de hacerlo. Pero 2010 es el año de Europa. La crisis fiscal se inició en enero en Grecia y estalló en mayo, cuando el mismísimo euro estuvo en peligro y la UE y el FMI tuvieron que anunciar un bazuca de 750.000 millones de euros para calmar el pánico de los mercados sobre la situación de la deuda pública en toda la periferia europea. Los terremotos suelen tener réplicas: el miedo volvió en agosto y a finales de septiembre, y tras amainar en las últimas semanas acaba de resurgir otra vez con fuerza.
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